Estatua
ecuestre de Marco Aurelio. Análisis de la obra
La
obra a comentar es la estatua ecuestre de Marco Aurelio, una escultura exenta
de bronce realizada el 176 d.C.
En
ella, el emperador Marco Aurelio posa triunfante sobre su caballo, también
dotado de la indumentaria militar equina típica de la época. El caballo se
muestra avanzando a paso firme, y el emperador levanta su brazo derecho, en
señal de saludo, o de guía hacia sus tropas.
La
estatua, realizada en bronce mediante técnicas de moldes, probablemente estaba
policromada, pero el tiempo acabó con los colores, dejando a la luz los dorados
del bronce, y actualmente, cierto óxido verdoso.
La
figura no está pensada para ser vista únicamente desde un punto de vista
frontal, sino que invita al espectador a dar toda una vuelta, mostrando
diferentes percepciones de la obra.
Al
no pertenecer a un conjunto escultórico, la obra pudo ser desplazada y cambiada
de lugar durante los años, aunque inicialmente, probablemente se situaba en alguna villa imperial romana.
Los pliegues
conseguidos en la toga, así como las facciones de la cara y las del rostro del
caballo juegan con el claro-oscuro. Mediante luces y sombras se da realismo,
vivacidad y expresión a la escultura.
El
cuanto a la composición, podríamos decir que el modelo sigue un esquema
piramidal (Δ),
dando fuerza e importancia al centro y cumbre, que es Marco Aurelio. Se podría
considerar de disposición abierta, por la posición abierta del brazo del
emperador (incluyendo o cercando al espectador desde el punto de vista actual).
En
lo que respecta al movimiento, cabe destacar el trabajo del artista para dar
movilidad a la escultura, nada de reposo. Esto se puede apreciar sobre todo en
el caballo, el cual avanza, colocando cada pata en una disposición. Detalles
como los tendones y músculos de las patas hacen crecer esta sensación de
marcha, así como los pliegues en el cuello del animal.
En
Marco Aurelio, a parte del movimiento de brazo, que supone un contrapposto de compensación en el resto
del cuerpo, vemos la caída de la toga por detrás, que choca con el lomo del
animal, y salta a su trote.
Anatómicamente,
el trabajo sobre el emperador y el caballo son admirables. Durante la época
griega se estudió a fondo el cuerpo humano, y en Roma se aprecia perfectamente.
Las facciones de la cara, así como las proporciones del cuerpo, quedan
justificados en obras tan realistas como la trabajada.
La
escultura ecuestre era considerada una forma de retrato formal de los
emperadores, concretamente para glorificarlos. Se supone que todos los
emperadores eran “condecorados” con esculturas tan épicas como la mostrada,
pero desgraciadamente, se han perdido prácticamente todas. Muchas fueron
destruidas en la Edad Media. Esta se salvó de la fundición porque, por error,
se pensó que el emperador representado era Constantino (introductor del
cristianismo como religión permitida en Roma), y no Marco Aurelio, como
posteriormente se descubrió. Como se puede apreciar, el emperador luce barba,
costumbre que adquirieron los emperadores a partir de Adriano.
Recordemos
que el retrato imperial podía representar a los emperadores de tres formas
diferentes: con la toga y el bastón de mando, con uniforme y disposición
militar, y como divinidad, con toga y descalzo. Obviamente éste es un retrato
militar.
Por
último, comentar que en el momento de la realización (176 d.C.), nos
encontramos en el momento cumbre del Imperio Romano (Periodo Altoimperial). Es
la época de máxima riqueza, expansión y dominio romano. Pero en menos de 100 años, la
presión bárbara y la decadencia comercial harán que inicie el Bajo Imperio,
comenzando a vislumbrarse el final de la gran civilización que fue Roma.